viernes, 17 de mayo de 2013

La esperanza y la fe son dos cosas que no debemos perder

Hay muchas cosas que no debemos perder la esperanza y la fe, el cariño de tus niños y el amor de tu mujer. Ya han llegado las lluvias las que dimos por perdidas. Sin alabanzas ni rogativas ni pedir la bendición de nuestro Santo patrón. Para que se mojaran nuestros campos que tanta falta le hacia, por la sencilla razón de que llevaba tanto tiempo que no llovía. Pero viendo que no se conseguía nada, lo volvimos a dejar donde debía estar, en el altar. Y yo digo como dice el refrán que no hay que hacerse de rogar, que cuando Dios quiere hace sol y llueve. Y al mal tiempo buena cara. Ya han venido las lluvias, también se ha cumplido el refrán, se quedaron con nosotros sin saber cuando nos van a abandonar. Dimos por perdidos unos veneros creyendo que nunca se podrían recuperar. Teniendo en cuenta que Dios es bueno y no nos quiere abandonar. Sabiendo que estamos sedientos de amor han vuelto a brotar. Pero como no estamos contentos con nada, queremos que llueva y no mojarnos jamás. Y como dice el refrán que nunca llueve a gusto de todos. Por eso en esta vida no nos podemos entender. Lo que unos esta mal para otros esta bien. Como no hay ni bien ni mal que cien años dure al cabo de los años estamos todos parejos, libres y sin costas. Ya hemos recuperado nuestras fuentes con su aguas cristalinas y transparentes. Así son sus mujeres como la corriente del agua, trabajadoras, guapas y sonrientes. Ese agua que las vio nacer y crecer, como las esta viendo envejecer. Ellas lo han visto todo, lo bueno y lo malo. Por lo menos tienen muchas cosas que contarle a los nietos. Como se pasaban lavando en el río con ese agua cristalina y fría y muy poquito que comer, lava que lava, de esta manera entre tertulias de mujeres se conformaban. Al mismo tiempo sus trapos solaban y regaban, en aquellas verdes praderas que sus trapos no mancharan. Que tiempos aquellos lo que había que trabajar para comerse un pedazo de pan llevando el agua a casa con los cantaros de barro. No sólo para hacer de comer y beber también para fregar los cacharros. Faenas que eran precisas, aunque estuviera lloviendo o nevando. Lo mismo pasaba con el campo, sobre todo en la aceituna, hay todos pagábamos el pato primero las faenas de la casa después todo el día al destajo por que los días eran cortos y había que aprovecharlos. Los niños con la abuela con ella están bien cuidados, cada uno hace lo que puede para ganarse el aceite del año. En las faenas del campo ayudaba hasta el gato. Esas lindas mujeres, en sus ratos libres, iban bordando aquellos bonitos ajuares para después enseñarlos y guardarlos. Por eso esas mujeres merecían un monumento, han trabajado mucho y todavía lo siguen haciendo ayudando a hijos y nietos. Respetemos las mujeres que son el timón de la casa, cuando falta una madre esa casa se queda triste y desamparada. Recuerdo muy bien en aquellos años que no fueron pocos los que tuvimos que pasar por toda clase de calamidades de poco trabajo. Pero si de muchas injusticias sobre todo con los más pobres como siempre pasa, que al perro flaco todo se le vuelven pulgas. Esto ha sido siempre y lo seguirá siendo mientras que exista este mundo en que vivimos. Esa madre que era la primera que se tiraba de la cama pensando lo que le iba a poner de comer. No solo a sus hijos, también al marido que era el que llevaba el timón de la casa trabajando sin descanso. Y al mismo tiempo preocupados por la educación de sus hijos un trabajo que ha dado buen fruto a lo largo de los años. Y que los hijos lo están demostrando y dando buena lección de ello a sus hijos y nietos. Esos padres que en los años de la escasez que fueron muchos, se dejaban el pellejo por sacar a sus hijos adelante. A costa de lo que fuera, pero honradamente. Ellos siempre eran los últimos en la mayoría de los casos. Recuerdo algunos hombres que estaban trabajando con un patrón todo el año, ahora no recuerdo como se le llamaba a este contrato. El cual ganaban poco más de la manutención y buena parte de la comida que llevaba este hombre al trabajo se la guardaba a sus hijos pensando como habrían pasado sus niños el día. Esos que trabajaban de pastores aunque era un trabajo más sacrificado pero tenían más ventajas para alimentar a su familia. Como era mantener un numero de cabezas de ganado en el mismo rebaño del dueño. Al menos estos niños no pasaban falta de leche, queso o de tantas cosas que producía el terreno. Estos hombres asalariados, muchos de ellos se pasaban 15 días y hasta meses sin ver a los niños ni a la mujer, los que lo recibían con los brazos abiertos deseosos de ver al padre, también con la ilusión y la esperanza de esos dinerillos que había ganado durante el mes. Que eran pocos, porque el salario de este hombre era muy bajo. Y con este triste jornal esa madre tenía que hacer maravillas para llegar a fin de mes y que sus hijos no pasaran falta de lo más preciso como el alimento y la ropa. El calzado se lo preparaban los padres en los ratos libres, que eran pocos, sobre todo cuando acostaban a los niños. Eran unas alpargatas, la suela era de soga con esparto hecha a medida de cada uno de los niños con una lona muy fuerte que le hacia duras meses y meses. Este era el calzado que había para todo el año. Porque los zapatos nos hacían daño sobre todo en el bolsillo del amo. Los varones para el campo usábamos unas albarcas hechas de las ruedas de los coches que nos duraban todo el año, que nosotros mismos hacíamos en casa cogidas con lañas de alambre. La misión de la madre además de las faenas de todo el día que no eran pocas, mientras el marido hacia el calzado, la madre pegaba unos remiendos, por cierto, muy bien pegados. Todo esto en la velada de la noche y al calor de la candela. Para que estos niños cuando se levantaran por la mañana tuvieran la ropa limpia y seca. Estos niños que con tanto trabajo y esfuerzo los estaban criando sólo con el pecho de la madre. Esa madre que después de tanta faenas amamantaba a sus hijos varias veces al día y con pocos alimentos para ella que estaba criando. Recuerdo decir a las mujeres que no era bueno darle el pecho a los niños estando la madre acalorada recién venida del campo, como en la mayoría de los casos les ocurría a estas madres trabajadoras sobre todo en verano. Esta leche materna estaba demasiado irritada y les producía a los niños unas diarreas que no podían soportar. Y a muchos de estos niños se los llevaba Santiago según decían las mujeres. Pero después se ha llegado a la conclusión de que no sólo les hacía daño la teta materna, también carecían estos niños de unos alimentos adecuados para su propia edad. Recuerdo muy bien que en verano nacían gran numero de niños y eran pocos los que llegaban al final del verano. Por las dichosas diarreas y el problema de nacimiento de dientes que también les causaba muchos problemas a los niños sobre todo en verano. El invierno era más llevadero para los niños y para los ancianos. Que estos también carecían de unos alimentos adecuados a su propia edad. Las madres durante todo el invierno estaban pendientes de sus hijos y abuelos para que no pasaran ese duro frío calentando una bolsa de salvado de trigo y poniéndosela junto al pecho del niño y de esta manera pasaban el invierno más calentitos. A los mayores se les daba otra clase de alimentos para que entrasen en calor, como unos vasillos de buen vino que los mantenía toda la noche durmiendo como cachorros. Estas madres luchadoras y trabajadoras que a pesar de los malos tiempos y de ser unas familias numerosas importantes le buscaban solución a todo. También se daban casos que se quedaba un niño pequeño huérfano. Este niño lo criaban entre varias mujeres que estaban recién paridas y en muchos casos una sola mujer daba teta a dos niños a la vez porque esta mujer tenía recursos y teta para los dos niños. También se dieron casos de que algunas madres sacaron niños de la cuna para criarlos junto con sus hijos. Ahí se cumplía ese refrán que dice: “por si eramos pocos en casa parió la abuela”. Pero todo esto se hacía con fe y voluntad hacia los demás, sin importarles el número de personas que hubiera en casa. Donde come uno comen diez, porque cada niño que venía a casa lo hacía con un pan debajo del brazo. De esta manera todos felices y contentos. Aquí el padre también tenía un papel importante para llevar el tema de la casa junto con la esposa. Pero con mucho cariño y respeto para criar a sus hijos. Este padre era el patriarca de la familia al que todos respetaban con todo el cariño del mundo. Como este padre estaba todo el día en el campo y era la madre la que estaba todo el día lidiando con los niños, siempre usaba la misma frase, “te vas a enterar cuando venga tu padre”. Y de esta manera los podía controlar durante el día. Los hijos mayores también estaban bien controlados, tenían que estar a la hora que el padre les decía. Y de esta manera dormían todos bajo llave y tranquilos. Al día siguiente del día de fiesta había que estar todos dispuestos para ir al trabajo, que era lo que nos daba de comer aunque con muchos apuros y sacrificio para salir adelante como Dios manda. En la temporada de la aceituna había que aprovechar hasta los días de fiesta porque las inclemencias del tiempo no nos dejaban muchos días libres y había que aprovechar los días buenos ya fuera día de fiesta o no. Las mujeres en esa temporada de la aceituna lo pasaban peor porque lo tenían que llevar todo adelante las faenas de la casa y las del campo. Había muchas madres que sobre todo en la temporada de la aceituna no dormían muchas horas tranquilas en su cama como Dios manda. De noche cosiendo ropa y calcetines porque no había muchas mudas que ponerse, lo mismo pasaba con la comida, se las tenían que estudiar muy bien para echar de comer a la cuadrilla de aceituneros y la mayoría gente joven con buenas ganas de comer. Igualmente pasaba con el tema de la educación que eran las mujeres sobre todo las madres las que llevaban el timón de la casa. Cuando se organizaban esos bailes de muchachas y muchachos eran las madres las que tenían que dar el permiso para que fueran al baile incluso se esperaban levantadas para ir a por su hijas. Por lo cual esas madres deben ser recordadas en todos los momentos de la vida. Que fueron los primeros que dieron la vida por nosotros y lo siguen haciendo por nuestros hijos y nietos en todos los momentos difíciles de la vida y los que nos han enseñado todo lo bueno que tenemos. Si escogemos el camino que ellos nos enseñaron es difícil que nos equivoquemos de rumbo. Al final de esta leyenda verás que todo es verdadero y justo como tu propia vida

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