jueves, 4 de agosto de 2011

LOS VIEJOS TIEMPOS

Vamos a dar un repaso a la vida antigua, comparándola con la vida moderna en que vivimos. Hoy no sabemos lo que queremos. Hace muchos años la vida estaba muy mala para todo el mundo. Había muy poca maquinaria y se trabajaba como esclavos. Se trabajaba de sol a sol y con muy poco que comer, que se cumplía ese refrán que dice que pasabas mas hambre que un maestro de escuela y era muy verdadero. Los que hemos tenido la suerte de vivir aquella vida y estamos viviendo esta, notamos la diferencia y el cambio tan grande que hemos dado y la gente no está contenta.
Aquellos años tan difíciles que tuvimos que soportar cuando iba un obrero todo el día para ganar 25 pesetas y un pan de cuatro libras valía 30 pesetas. Había muchos hombres que iban a cavar todo el día con unas pocas rosetas o unos garbanzos tostados sin aceite mientras la mujer guisaba el puchero con trigo pelado y si la gallina ponía un huevo lo tenia que vender para comprarle el tabaco al marido. En aquellos tiempos no había cubatas, ¡un vaso de vino blanco y se acabo!, por la mañana temprano unas gachillas picantes y te ibas tan contento al campo.
El tema del calzado, era problema del padre, que te hacia unas alpargatas de esparto. En este pueblo tuvimos la suerte de que casi todos teníamos nuestros pedacitos de tierra y sembramos muchas cosas para comer y como dice el refrán al no haber pan buenas son las tortas.
Los mayores lo pasaban peor porque como no había pensiones tenían que estar de un lado para otro con el petate a cuestas a casa de los hijos y cada hijo lo tenia un mes y ni una hora más.
En Beas había algunas personas que debían haber pasado a la historia por el mérito al trabajo, por ejemplo por destacar algunas de ellas, una mujer llamada la Fernanda mayor de edad que era Recobera y mandadera del pueblo. Esta mujer tenia otro hermano que le decían el Liebro porque en cada cerro tenia una pequeña cueva y allí ponía su vivienda. En la puerta ponía una abulaga grande para que no entraran animales.
Este hombre era muy bruto hizo unas aguaderas de esparto y hacia la faena de una bestia. Metía cuatro cantaras de leche y iba a Carbonales y estaba toda la noche en el camino llevaba dos de las cantaras un trayecto de unos 500 metros y volvía a por las otras dos y así hasta que llegaba a Beas. Cuando ya estuvo muy mayor, dijo que el no se quedaba sin ver las cuevas de Nerja y allí que traspuso andando y volvió andando y aquel largo viaje se lo llevo al cielo.
Había otro hombre llamado el Peceño que vivía en la Peza y tenia una tienda y lo mismo que el anterior, cogía su capacho y bajaba a Granada y lo llenaba de todas las cosas para la tienda y se metía con el capacho a cuestas en la Peza. Al cabo de algún tiempo este hombre se vino a vivir a Beas y aquí lo conocíamos mejor. Era un hombre muy comilón, se iba a los cerros a cazar zorros y volvía a la semana pero antes de irse se comía dos o tres kilos de harina de maíz y con su tocino correspondiente. Una vez de las muchas veces que iba a Granada paró para comer en una casa de comidas que le decían las Peñuelas, le dijo al dueño que le preparara una paella para 8 personas y cuando estuvo hecha le dijo que el iba a comer porque los otros amigos tardaban mucho, la gran excusa para comérsela el solo.
Las mujeres de aquellos tiempos también eran muy trabajadoras y muy valientes, le daban apaño a toda clase de trabajo, lo mismo de la casa que del campo, eran muy buenas cocineras, desde pequeñas ya sabían hacerlo todo. Ha quedado ese refrán de los nietos que dicen “yo prefiero las comidas de la abuela”.¡Ay! de aquellas muchachas que después de estar todo el día en el campo en los ratos libres se iban bordando su ajuar, ese ajuar tan bonito que luego ponían a enseñar.
Había mucho respeto en el matrimonio, también en los hijos con los padres , los niños con los maestros. Aunque desgraciadamente no tuvimos la suerte de ir al colegio mucho tiempo porque hacia falta arrimar todos el hombro a la casa, unos con las cabrillas, otros en el campo... Desde muy pequeños eramos muy responsables de lo que teníamos que hacer tanto las mujeres como los hombres, a pesar de todo eramos muy felices. Ellas estaban al cuidado de los niños y de la casa.
En aquellos tiempos ser ama de casa era una tarea difícil de llevar por que como no había dinero para nada hasta para hacer la comida lo tenían muy difícil. Estaban todo el día guisando con matojos que el marido le traía de los cerros . Este, también de vez en cuando, tenia que perder un día para traer una carga de leña y algunos no tenían bestia y la traían a las espaldas. Algunos días que llovía veníamos chorreando, como no había mucha ropa la teníamos que poner alrededor de la lumbre para que se secara, porque tenia que secarse para el día siguiente.
Cuando se iba a casar un matrimonio la primera noticia era de que estaba el novio haciendo la soga para el catre y como llovía mucho y los tejados eran de teja y barro estaba toda la noche cayendo goteras en el dormitorio.
Este pueblo como estaba muy aislado y no tenia carretera lo teníamos muy complicado para ir a la capital cuando se ponía alguien enfermo o una mujer de parto. Lo llevaban con unos palos enredados con sogas y encima un colchón y entre cuatro hombres andando hasta Granada porque aquí no había médico, hasta que tuvimos la suerte de que unos años después, un hijo llamado don Juan Ocaña escogió la carrera de médico y como Beas y Huetor no tenían medico atendía a los dos pueblos y con este motivo fue el primer coche que entro en el pueblo y que estreno la nueva carretera de Beas.
Pero todavía teníamos que ir andando a Granada cuando nos hacia falta algo.
Algunos años después un señor apodado "Morocho" que vivía en Huetor Santillán compro un coche que tenia 8 plazas y hacía el servicio de los dos pueblos de Beas y Huetor pero la gente de Beas teníamos que ir andando a Huetor y si no quedaban asientos te quedabas en tierra. Al cabo de unos años compro un autobús que tampoco venía a Beas, pocos años después compró otro más grande y se arreglo la carretera y ya si venia todos los días pero cuando llegaba a Huetor y a la gente de Huetor le hacía falta el asiento nos teníamos que levantar del asiento para que ellos se sentaran hasta que un día un hombre llamado Antonio Carreras dijo que el no se levantaba del asiento y desde aquel día todo fue normal y hasta el día de hoy que tenemos un buen servicio y muy buenas combinaciones para ir al trabajo y al colegio porque antes este pueblo como muchos pueblos más estaban metidos en un agujero sin salida. Que Dios quiera que las cosas sigan mejorando y que nos olvidemos de lo malo, porque los mayores hemos tenido la suerte de aprovecharlo todo.

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